En la primera parte de nuestro viaje en moto al centro de Portugal te llevamos a algunas de sus aldeas históricas más bonitas. No obstante, aún hay más. Dejamos atrás Almeida, Belmonte, Castelo Mendo, Castelo Novo, Castelo Rodrigo e Idanha a Velha para internarnos en otros pueblos en los que el tiempo parece haberse congelado.
Paz, tranquilidad, lugareños que conviven con el turismo que llega y mucha historia es lo que encontrarás en cualquier rincón de Linhares da Beira, Marialva, Monsanto, Piodao, Sortelha y Trancoso. ¿Lo descubrimos juntos?
Linhares da Beira
Su tarjeta de visita es un imponente castillo militar construido sobre un cerro de granito que lo sitúa a 820 metros sobre el nivel del mar. Es de acceso libre y, si te animas a visitarlo, tendrás la mejor vista del pueblo y los alrededores. Calles serpenteantes, los restos de una antigua calzada romana que conectaba Mérida y Braga o su iglesia mayor de origen románico son un pequeño aperitivo de lo que observarás a vista de pájaro.
Sin embargo, lo mejor de Linhares, que recibe su nombre porque en el pasado la principal actividad de esta freguesía era el cultivo del lino, se encuentra callejeando. Hay quien dice que es un museo al aire libre ya que conserva una riqueza arquitectónica y artística poco frecuente. Imprescindible es que aparques la moto a la entrada del pueblo y recorras a pie sus vías empedradas dejándote sorprender por sus casas de granito. Algunas parecen engullidas por las rocas, el otro gran reclamo de esta aldea histórica.
Si te da tiempo, tampoco dejes de visitar el Parque Natural da Sierra de Estrela, la mayor área protegida de todo Portugal, con cerca de 1.000 kilómetros cuadrados. Eso sí, vete preparado porque las temperaturas en verano suelen ser extremas y en invierno el termómetro puede bajar hasta los diez grados bajo cero.
Marialva
Construida en lo alto a más de 500 metros sobre el nivel del mar, conserva sus caminos empedrados que llevan a una plaza central de origen medieval donde se encuentran la antigua cárcel, el edificio del tribunal y la picota del siglo XV. Para contemplar mejor su belleza, vale la pena subir hasta el mirador de A Capela de Santa Bárbara.
No te vayas sin preguntar por el origen de su nombre ya que es objeto de una jugosa leyenda que tiene como protagonistas a un noble y una mujer con patas de cabra en vez de piernas. Como suele ocurrir en estas narraciones herederas de la tradición popular, el final es tremendo. A ver si adivinas quién de los dos se tira por la torre del homenaje del castillo.
Monsanto
No obstante, si algo llama la atención de Monsanto son sus montes-isla, piedras enormes de granito que forman parte de la arquitectura y la trama urbana. Por obra del ingenio humano, los domos de granito hacen las veces de tejados o paredes en no pocas viviendas. ¿De dónde salen estos bolos de piedra? Las rocas han ido cayendo desde lo alto de la montaña Cabeço de Monsanto.
La aldea está cruzada por varias grandes rutas senderistas. Una opción corta, fácil y de gran belleza es el sendero GR-12. Recorre el camino de piedra hasta la Capilla de São Pedro de Vir-a-Corça, una capilla medieval rodeada de rocas gigantescas.
Por cierto, si te quieres llevar un recuerdo de tu travesía por el centro de Portugal, en Monsanto puedes comprar una muñeca de trapo llamada marafona. Dicen que, metidas debajo de la almohada, ahuyentan las tormentas.
Piodao
Apenas 200 vecinos conviven en sus 35 kilómetros cuadrados. La verdad es que no debe ser nada fácil, pero a los visitantes nos conquista esa postal de casitas hechas de esquisto, con tejados de pizarra y ventanas azules. La naturaleza que rodea a Piódão no hace más que engrandecer más si cabe un conjunto que, por aislado, permanece inalterado.
Después de andar un buen rato entre callejas y echar un largo vistazo a los cultivos, te recomendamos finalizar viendo la Iglesia Matriz del siglo XVII, de un blanco inmaculado que rompe con armonía el paisaje, y el Núcleo Museológico, un museo etnográfico en el que conocerás las costumbres, las tradiciones y el modo de vida de los antiguos moradores de la aldea.
Sortelha
Hay que decir que los habitantes, unos 500, dejaron hace tiempo de residir en el recinto amurallado por las duras condiciones. No obstante, la parte más antigua de Sortelha fue objeto de una cuidada recuperación antes de formar parte del exclusivo grupo de aldeas históricas de Portugal. Actualmente, intramuros quedan los dueños de posadas, restaurantes o pequeños alojamientos para acoger a los turistas.
Las calles y edificios históricos de la aldea son el escenario cada año de ‘Murallas con historia’, un programa de actos de tres días en el que se recrean las leyendas y las guerras del siglo XIV entre Castilla y Portugal. También hay espacio para recordar cómo era la vida medieval con sus mercados al aire libre, el arte de la cetrería o los desfiles de la corte real.
Trancoso
Además del típico bacalao portugués omnipresente en todo el país, en esta zona son especialmente sabrosos los quesos, el requesón, el cabrito, el cordero, los caldos verdes y la miel. Atento también a la repostería porque en el país son bastante golosos. En fin, no te vayas sin darte un buen homenaje culinario.