Pegadas a la frontera con España, Portugal ha hecho de sus aldeas históricas un reclamo turístico, además de un ejercicio de recuperación de la historia de pequeños pueblos que, en muchos casos, corrían el riesgo de desaparecer.
Nacidas en la Edad Media para evitar el paso de los enemigos hacia el país luso, Almeida, Belmonte, Castelo Mendo, Castelo Novo, Castelo Rodrigo, Idanha a Velha, Linhares da Beira, Marialva, Monsanto, Piodao, Sortelha y Trancoso resisten como pequeñas joyas del pasado en el corazón del Parque Natural Serra da Estrela y entre las reservas naturales de Serra da Malcata y Serra de la Gardunha.
Son atractivos más que suficientes para que cojas tu moto y hagas un viaje al centro de Portugal. ¡Arrancamos!
Almeida
Dicho así no parece demasiado espectacular, pero lo cierto es que si te decimos que tiene la forma de una estrella de doce puntas, la cosa cambia. No queremos chafarte la sorpresa, pero si antes de ir echas un vistazo a imágenes de Almeida desde el aire, verás lo curioso que resulta.
También podrás ver el foso de la fortaleza, con 12 metros de profundidad y 62 metros de ancho. Otras edificaciones pensadas para protegerse de los enemigos son las casamatas, unas galerías subterráneas con 20 salas y corredores. Actualmente alberga el Museo Histórico-Militar de Almeida que es una buena parada si quieres conocer algo más de la historia de Portugal.
Belmonte
De hecho, durante más de cinco siglos mantuvieron en secreto los preceptos judíos. Su legado puede verse en la sinagoga, el cementerio judío o un museo judaico que se encuentra en el centro del pueblo.
Castelo Mendo
Como no todo va a ser guerrear y defender el territorio con uñas y dientes, esta aldea atesora también una de esas historias de amor prohibido tremendas a lo Romeo y Julieta. Con nombres algo menos creativos, Mendo y Menda son los amantes que todo el mundo conoce, pero de los que se sabe más bien poco. Inmortalizados en piedra, se miran por los siglos de los siglos. Él desde el edificio del antiguo tribunal, hoy sede de la Oficina de Turismo, y ella justo en frente desde una casa baja.
Está muy cerquita de Salamanca, no llega al centenar de habitantes y, aunque de su castillo solo quedan los restos, puedes disfrutar de unas buenas vistas al valle del Río Coa. También puedes pasear entre casas quinientistas, nombre que reciben las edificaciones típicas de la época medieval.
Castelo Novo
Conocida en Portugal como picota manuelina (y heredera directa de la picota castellana), simbolizaba el poder institucional y, además, era usada para ajusticiar a los delincuentes, es decir, para azotarlos, humillarlos y finalmente exhibir sus restos.
Seguramente ya te ha venido a la cabeza… Y sí, tienes razón, la expresión ‘estar en la picota’ o ‘poner en la picota’ proviene precisamente de estas columnas. La idea era que todo el mundo viese lo que podía pasarle si se desviaba del recto camino de la ley.
La aldea también conserva su castillo de estilo gótico, las murallas de defensa y un entramado de calles estrechas y serpenteantes que te llevarán a descubrir su rica historia.
Castelo Rodrigo
Aunque el castillo actualmente está en ruinas, merece la pena darse un paseo. Primero porque, mientras asciendes, recorrerás todo el pueblo y segundo porque tendrás una panorámica de la Serra de Marofa.
Como curiosidad, la Serra de Marofa tiene en su punto más alto –unos 1.000 metros- un mirador con una réplica del Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Idanha a Velha
Fue reconquistada y cedida a la Orden del Temple que construyó una gran torre defensiva conocida como el Castillo de Idanha.
Visitas imprescindibles en esta aldea son, además del castillo, su puente romano sobre el río Ponsul -que unía las ciudades romanas de Emerita (actual Mérida) y Astvrica (actual Astorga)-, las capillas de São Dâmaso, del Espíritu Santo y de São Sebastião y su conjunto arqueológico.
Como curiosidad, Idanha a Velha conserva un horno comunitario para cocer pan que aún funciona. No nos queremos imaginar lo rico que olerá.