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Escocia en moto: tierra salvaje de castillos, monstruos y fantasmas

¿Sabes que tienen en común las películas Braveheart, Los Inmortales, Los caballeros de la mesa cuadrada, Carros de Fuego, Harry Potter o las más series Juego de Tronos y Outlander? Todas te enseñarán un cachito de Escocia. No te desvelaremos aquí con qué nivel de fidelidad o rigor histórico. Eso te lo dejamos como un aliciente más para visitar la antigua Caledonia. Razones para descubrir Escocia en moto hay millones.

Tranquilidad asegurada en la mayor parte de su territorio, pequeños pueblos de cuento, una naturaleza que muchas veces abruma, historias de castillos y fantasmas en cada rincón y agua, mucha agua.

Es cierto que Escocia tiene un clima endiablado hasta en verano, pero la lluvia, la niebla, el frío y el viento no deberían quitarte las ganas. Este país es un regalo para los sentidos. Si eres un apasionado de la naturaleza y tienes espíritu aventurero, guarda esta ruta motera. Te llevamos a conocer algunos de los puntos de mayor interés, pero también otros lugares más tranquilos y alejados de los turistas. Aunque siempre puedes olvidarte el mapa en casa y dejarte llevar por lo que te pida el cuerpo…

Edimburgo y algo más

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Old Town, de arriba a abajo por la Royal Mile

En su conjunto, y vista desde el aire, la Old Town parece un enorme pez. En la cabeza se alza el castillo de Edimburgo y en la cola descansa el palacio de Holyrood, lugar de veraneo de la familia real. La espina dorsal de este imaginario pescado no es otra que la Royal Mile, la zona más antigua de Edimburgo y su principal atracción. De hecho, esta calle sirvió para definir una medida de longitud. La antigua milla escocesa –hoy en desuso y sustituida por la milla británica- equivalía a 1’8 kilómetros, la distancia exacta de la Royal Mile.

Buena parte es peatonal, así que toca aparcar la moto y callejear. Una vez que te acostumbres a su empedrado  incómodo, su color gris y la enorme cantidad de turistas que transitan arriba y abajo, estarás preparado para zambullirte en el casco histórico de Edimburgo. Nuestra recomendación es que hagas algún tour gratuito para tener una idea general y luego vayas por tu cuenta.

Dos de las calles con más encanto de toda la ciudad son Cockburn Street y Victoria Street con sus sinuosas curvas (e interesantes cuestas) y sus fachadas pintadas de alegres colores. En el corazón de la Royal Mile, puedes visitar de forma gratuita la catedral de Saint Giles, en la que con un poco de suerte podrás disfrutar de un concierto coral o de órgano, aunque merece la pena entrar simplemente por sus coloridas vidrieras y la atmósfera que crean con la luz tan peculiar de esta ciudad. Por cierto, no te sorprendas si crees que estás entrando en una iglesia y, en su lugar, te encuentras un bar. Al principio de la Royal Mile tienes un fantástico ejemplo de una iglesia victoriana reconvertida en un espacio –The Hub- que organiza eventos de todo tipo, además de ser la sede oficial del Festival Internacional de Edimburgo.

Si el tiempo no acompaña –es probable, no te vamos a engañar- puedes perderte unas o muuuuuchas horas por el Museo de la Nación, un buen lugar para aprender algo sobre la cultura y la historia del país. Si tienes curiosidad por los famosos clanes escoceses y sus tartanes, sin duda este es tu sitio. No dejes de subir al ático de la última planta porque hay unas vistas impresionantes de la ciudad.

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New Town, compras y arquitectura contemporánea

Si la Old Town tiene su Royal Mile donde se concentran la mayoría de las tiendas de souvenirs típicos, la New Town cuenta también con una calle que te hartarás de recorrer a pie o en moto. Princes Street es una especie de Vía Laietana o Gran Vía (eso sí, con un viento endemoniado) con tiendas de moda, electrónica y marcas cotizadísimas.

Si eres de los que la moda, las marcas y el tiendeo no te molan, un buen plan alternativo es darte una vuelta por Princes Gardens, enormes jardines que separan la zona vieja y la nueva. En verano (también hay días buenos en Escocia, no te vayas a creer) son frecuentados por lugareños y visitantes aprovechando las temperaturas más agradables. En Navidad se celebra un mercado navideño muy popular. Vayas en la época que vayas, siempre los verás de un vivo y profundo verde. La razón es que antiguamente en ese mismo lugar había un lago –Nor Loch-  al que iban a parar todos los residuos de la ciudad. Aparentemente el abono sigue tan próspero como el primer día…

En general, la New Town tiene todo lo que se espera de una capital europea moderna. No te faltarán sitios para comer, beber o descansar un poco en una cafetería. Sin embargo, si quieres huir de las grandes cadenas de comida rápida lo más recomendable es que te adentres en Rose Street. Allí encontrarás algunos de los pubs con más encanto edimburgués, pero ojo porque los precios también están adaptados a todo el jolgorio de la gran ciudad.

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Arthur's seat o las mejores vistas de Edimburgo gratis

Lugar de leyendas a cada cual más macabra que la anterior, Arthur’s Seat es un antiguo volcán extinto, un pequeño oasis al que escaparse cuando el cuerpo te pida menos turistas y más naturaleza.

A pesar de que su pico apenas sobrepasa los 200 metros de altura, gracias a su curiosa estructura en forma de mirador, tendrás frente a ti las mejores vistas panorámicas de Edimburgo con el castillo dominando la vista y la cadena de colinas conocidas como las Pentlands enmarcando la fotografía. Si te das la vuelta, verás parte de la línea de costa escocesa. En días despejados se pueden divisar fácilmente los puentes que unen las orillas del fiordo del Forth y la bonita costa de Fife.

La subida a pie no tiene gran dificultad, pero sí es recomendable hacerla en días despejados y sin demasiado viento. Hay un camino más directo y escarpado de 45 minutos y otro por la ladera sur más plano, pero también más largo: unas dos horas de caminata. Las motos no son bienvenidas, lo sentimos.

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Calton Hill o el faro que no es faro

Otra posibilidad de tener tu postal desde las alturas sin tener que subir al monte es acercarte a Calton Hill. A pocos minutos de la abarrotada Princes Street, esta colina es popularmente conocida como “la vergüenza de Edimburgo”, un nombre muy poco halagüeño para un lugar cuanto menos curioso. Vaya por delante que muchas de las estampas más famosas de Edimburgo que verás en internet están tomadas desde este punto.

Aquí te toparás con algunas de las edificaciones que en principio no te vendrían a la cabeza al pensar en un lugar como Escocia. Un observatorio astronómico en una de las ciudades más nubosas y grises de Europa, una acropólis griega para erigir a Edimburgo como la Atenas del Norte que finalmente se quedó a medio construir y un faro… que no se ve desde el mar. Aun así, todos los cachivaches y edificios estrambóticos que forman parte de Calton Hill fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hace unos años. Ver para creer.

La visita está más que justificada, no solo por la curiosa mezcla de construcciones que no cumplen el uso para el que fueron pensadas, sino también porque es un rincón muy apreciado por los residentes especialmente en verano. Los atardeceres sobre la ciudad son simplemente espectaculares.

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Cementerios, protagonistas e imprescindibles

A nosotros nos da un mezcla de respeto, tristeza y miedo pisar un cementerio, pero los escoceses los tienen totalmente integrados en su día a día. Son lugares muy transitados de camino al trabajo, se puede pasear tranquilamente por ellos e incluso tomar el sol o acampar no está mal visto.

Todo buen cementerio en Edimburgo tiene una buena historia de fantasmas, apariciones, terror y encantamientos. Hay tours gratuitos donde cuentan las más inquietantes. Es un plan divertido, muy scottish, siempre que no seas aprensivo o miedoso, claro.

Por ejemplo, en el camposanto de Greyfriars está el mausoleo del sangriento Mackenzie, conocido por sus ejecuciones crueles allá por el siglo XVII. Su cripta de color negro destaca entre las demás y ha sido protagonista de fenómenos paranormales. Teléfonos que dejan de funcionar, aparatos electrónicos comportándose de forma extraña, susurros, incluso un vagabundo cayó y aseguró haber recibido arañazos de una presencia. Después de un grave accidente ocurrido en 1998 el acceso a la tumba quedó clausurado, lo que no ha hecho sino aumentar la curiosidad.

Lo dicho, si te gustan las historias a lo Iker Jiménez, estás en el país adecuado para dar rienda suelta a tu hambre de poltergeists.

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Playa de Portobello por si pillas buen tiempo

En los años 90 el director de cine Danny Boyle utilizó Edimburgo para contar la historia de un grupo de jóvenes drogadictos que sueñan con vivir en un mundo alejado de la realidad. Nacía una película de culto, Trainspotting, en la que puede verse el barrio de Leith que se extiende desde Calton Hill hasta la playa de Portobello. Industrial, obrero y con un punto decadente, Leith es, sin embargo, uno de los núcleos con más vida de la ciudad.

Un recorrido más que recomendable es ir desde Leith hasta la playa de Portobello. Desde allí puedes incluso acercarte a algunas localidades costeras cercanas como Musselburgh o North Berwick.

Eso sí, ten en cuenta que el viento en la costa puede llegar a ser muy fuerte y frío, así que tu agradable ruta puede fácilmente convertirse en una tortura si no vas preparado. No te sientas mal si tú vas helado y ves gente bañándose en el mar o haciendo surf en pleno invierno. Los escoceses están hechos de otra pasta.

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Pubs para comer, beber y escuchar música en directo

Como no podía ser de otra manera, Edimburgo está lleno de pubs. Reserva un rato para probar algunas de las estupendas cervezas y whiskies que sirven. Si te atreves, te gusta y no tienes pensado pilotar después, una combinación muy típica es la pinta de cerveza con un whisky single malt. Consiste en beber un traguito de cerveza y otro de whisky alternativamente. Notarás cómo el sabor de la cerveza cambia totalmente cada vez que la pruebes.

Algunos de los pubs más concurridos son The Last Drop, el Maggie Dickson o el Biddy Mulligan en la zona de Grassmarket. Subiendo hacia la Royal Mile está el Banshee’s Labyrinth, un antro gótico construido en las antiguas catacumbas de la ciudad. Su reclamo, además de la estética y de unos cuadros de lo más inquietante (no te decimos más), es que tiene una sala de cine ¡gratuita! Por otra parte, para escuchar música en directo, tienes el Bannerman’s, el Whistle Binkies o el Stramash.

Si eres más de comer que de beber, tienes que probar el haggis, típico plato escocés a base de casquería, el famoso fish&chips o una de las rarezas que solo encontrarás en Edimburgo: la conocida barrita de chocolate Mars… ¡frita! El Deacon Brodie o la taberna The World’s End, ambos en la Royal Mile son muy populares. No puede decirse que sean económicos, pero hacen cocina escocesa casera rica y sencilla.

Si tu presupuesto es ajustado, la cadena Wetherspoon es el sitio más barato para comer en condiciones. Esta cadena utiliza antiguos comercios y los reconvierte en bares, por lo que podrás comer en un viejo banco o cine rehabilitado.

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Los Kelpies que despiertan miedo y admiración

Si circulas por la M9 en dirección a Stirling, a la altura de Falkirk verás alzarse a un lado de la carretera dos impresionantes estructuras de acero de más de 300 toneladas. ¡No te asustes! Son los Kelpies, inaugurados en el año 2013 y reconocidas como las estatuas equinas más grandes del mundo con sus 30 metros de altura.

Andy Scott diseñó esta pieza como homenaje al importante papel que ha tenido el caballo en la historia de Escocia, pero como no podría ser de otra forma, este monumento también hace referencia a una conocida leyenda en el país. El kelpie es un espíritu que vive en los lagos y que puede cambiar de forma a placer. Normalmente adopta la forma de un precioso caballo negro que invita a los paseantes solitarios a montarlo y, una vez los tiene en su poder, los arrastra hacia el agua donde los devora.

En cuanto los veas de cerca te darás cuenta  de por qué esta escultura se ha ganado tan rápidamente el cariño de los escoceses y es tan reconocida por todo el mundo: la combinación del acero brillante, las luces de colores dentro de la estructura y las elegantes líneas que la componen crean una sensación de vitalidad difícil de describir. Uno de  los colosales caballos alza la cabeza hacia el cielo mientras que el otro parece mirar directamente a los visitantes que se encuentran debajo como retándoles desafiante a que se acerquen un poco más.

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Queensferry y el puente rojo más famoso del mundo (con permiso del Golden Gate)

Una de las mejores cosas de Escocia es que, cuando adviertas que tienes sobredosis de ciudad y necesites sentir la libertad que te da tu moto, te encontrarás con miles de kilómetros de carreteras poco transitadas a tus pies.

Para escapar del bullicio de Edimburgo, puedes hacerlo a través del puente Forth Road Bridge, una maravilla arquitectónica de mediados de los años 60, que cruza el fiordo del mismo nombre. También puedes hacerlo por el Queensferry Crossing, en funcionamiento solo desde el año pasado.

Sin embargo, el puente que más va a llamar tu atención es el Forth Bridge, una impresionante estructura de acero de color rojizo que desde 1890 ha servido como lugar de paso para el ferrocarril. Ostenta el récord de ser el puente voladizo más largo del mundo y fue una de las estructuras clave en el desarrollo de la ingeniería  ferroviaria. Desde el pueblecito pesquero de South Queensferry (una cucada, por cierto) obtendrás unas vistas muy bonitas de los tres puentes y es la mejor forma de hacerte una idea de su enorme tamaño.

ALGUNOS CONSEJOS ÚTILES

¡Recuerda llevar ropa versátil! Que el cambiante clima escocés no agüe (nunca mejor dicho) tu aventura. Es muy fácil que durante el mismo día el tiempo cambie. Escocia es un lugar muy húmedo y con mucha niebla por la mañana (los lugareños la llaman haar). Además es famosa por su viento traicionero. Es un fastidio para rodar e incrementará la sensación de frío, especialmente cuando se oculte el sol. En ese sentido, te recomendamos que te vistas como las cebollas, es decir, a base de capas: una primera capa pegada al cuerpo transpirable y térmica, una segunda capa cómoda que puedas ponerte y quitarte con facilidad y te aporte calorcito. La última capa externa debe ser impermeable para repeler la lluvia y cortar el viento. Tampoco olvides guantes, un sotocasco y la braga motera porque te harán falta en algún momento. ¡Escocia es una lotería en cuanto al tiempo!

¡Vigila las horas de luz! El mejor momento para hacer una ruta por Escocia en moto quizás sea en verano. Los días son muy largos y tendrás tiempo para hacer muchas minirutas. No obstante, vigila tu nivel de cansancio, escucha a tu cuerpo y para a descansar. A partir de octubre, los días comienzan a ser mucho más cortos y en lo más crudo del invierno suele amanecer hacia las nueve de la mañana y el sol se pone poco después de las tres y media de la tarde.

¡Ojo con los animales en la carretera! El norte de Escocia es bastante rural y los animales campan a sus anchas, así que es muy probable que te cruces con ovejas, vacas y hasta ciervos en los lugares más insospechados, incluidas las carreteras, por lo que tendrás que estar doblemente alerta. Ten mucho cuidado en las vías secundarias y poco transitadas. A veces pueden ser estrechas o sin carriles delimitados. También tendrás que acostumbrarte a los passing places, salientes en los que poder apartarte en caso de que otro vehículo venga en dirección contraria. Por cierto, si está a tu izquierda, tendrás que apartarte tú.

Por las Highlands en busca del monstruo del Lago Ness

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Las impresionantes Three Sisters de Glencoe y el castillo de Urquhart a los pies del Lago Ness

Ninguna ruta motera a Escocia estaría completa sin una paradita en el lago Ness y la posibilidad de vislumbrar al famoso monstruo por unos instantes. No obstante, hasta llegar a ese punto, te recomendamos pasar por el valle de Glen Coe. Además de ser una de las puertas de entrada a las Highlands, alberga las montañas más altas del condado de Argyll, cuyos picos situados más al norte llevan por nombre The Three Sisters (Las Tres Hermanas). Es uno de los miradores naturales más bellos del país.

Volviendo a la historia de Nessie, no serás el primero ni el último que no acaba de encontrarle el interés a elucubrar si existe o no. Como alternativa, date un paseo por los alrededores del castillo de Urquhart que, a pesar de estar en ruinas, guarda toda la grandeza y majestuosidad de su época pasada dominada por los clanes del norte. Asomándote a la gran torre o a la prisión, te contagiarás de la atmósfera y no te será difícil imaginar los banquetes y las batallas que sucedieron allí. La serie Outlander tiene escenas rodadas en este castillo a orillas del Lago Ness. Por si necesitas una ayudita extra para ambientarte.

Golf, ruinas y el Mar del Norte en la Costa Este

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Saint Andrews, cuna del golf, y el castillo de Dunnotar, posiblemente el más bonito de Escocia

Todo el mundo asocia el pueblito costero de Saint Andrews con el golf. No en vano cuenta con uno de los campos más antiguos del mundo en el que se practica este deporte desde el siglo XV. Sin embargo, en Saint Andrews también está esa inmensa playa que sirvió para la memorable escena inicial de Carros de Fuego con la todavía más memorable música de Vangelis sonando de fondo. La visión inabarcable del Mar del Norte, el conjunto de la catedral y el cementerio o su castillo en ruinas a poquísimos metros de la playa, que cuenta con sus propias piscinas naturales, hacen de esta localidad un imprescindible.

No cometas el error de saltarte estos pequeños pueblos por creer que no son tan relevantes en materia de cultura como Edimburgo o Glasgow. Lo cierto es que casi todas las poblaciones poseen, además del encanto natural que envuelve todo el país, alguna pieza del puzzle que compone su intrincada historia. La gente es muy amable y abierta y estarán encantados de orientarte, recomendarte algún lugar para comer o simplemente preguntarte de dónde vienes (casi siempre tendrán alguna historia con la que complementar tus explicaciones).

También comprobarás que, por muy bueno que sea tu inglés, el acento empieza a complicarse y tendrás que pedir que te repitan la información más de una vez. Sin embargo, con una sonrisa y amabilidad siempre podrás hacerte entender sin olvidarte de un sonoro “Cheers!” cuando te despidas. Con esta palabra los escoceses dan las gracias y dicen adiós al mismo tiempo. Por supuesto también la usan para brindar, cosa que hacen habitualmente.

Por otra parte, si pones rumbo a la costa este, te encontrarás con una de las mejores vistas de todo el país. Por suerte, aún es bastante desconocida para los turistas. Pilota hacia el condado de Aberdeenshire hasta llegar al pueblo pesquero de Stonehaven. Dicen que ahí se come uno de los mejores fish&chips de Escocia. Para bajarlo, nada mejor que hacerte una pequeña caminata de apenas una hora entre impresionantes acantilados hasta llegar al castillo de Dunnotar.

Punto clave para el mercado marítimo y bastión de defensa en múltiples enfrentamientos, esta fortaleza te transportará inmediatamente a la época medieval. Su enclave además es memorable ya que parece haber sido levantado sobre un bloque de piedra de tamaño titánico en mitad del mar. Para continuar con la tradición escocesa, el castillo de Dunnotar cuenta también con su propio fantasma, The Green Lady, una mujer vestida de verde que aparentemente se deja ver entre las ruinas.

Por cierto, de vuelta al puerto de Stonehaven, y si te ha quedado hueco, atrévete con uno de los gigantescos helados del Aunty Betty’s.

Descubriendo al (auténtico) William Wallace

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Monumento a William Wallace

Fuera de Escocia o del Reino Unido, la historia de Wiliam Wallace pasa irremediablemente por Braveheart. Con muchas, muchísimas licencias y bastantes errores históricos, a la peli de Mel Gibson hay que perdonarle todo porque sigue siendo la razón para que muchos se decidan a conocer el país.

Para conocer la historia real del héroe Wallace nada mejor que desplazarte a Abbey Craig, donde se erige, dominando el valle, su monumento nacional. La entrada a la torre no es gratuita, pero sí la subida hasta el mirador, así como los senderos aledaños donde, cuenta la historia, se escondió William Wallace mientras preparaba su golpe maestro contra los ingleses. Si pagas y subes a lo alto de la torre verás una panorámica de la ciudad de Stirling y el famoso puente en el que Wallace derrotó a los ingleses ganándose el eterno reconocimiento de todos los escoceses. Sí, has leído bien. Esa batalla campal (atención que aquí va un spoiler) en un campo despejado al grito de LIBERTAAAAAAAADDDDDD ni está en Escocia ni en realidad existió.

Lo que sí se queda bastante corto en la película es la ejecución del héroe nacional acusado de alta traición al Rey Eduardo I de Inglaterra. Te ahorraremos la descripción de sus tormentos que fueron muchos y variados. Solo decirte que sus restos desmembrados fueron repartidos en distintos lugares de Escocia y Reino Unido para que nunca pudiese descansar en paz o tuviese una tumba donde honrarlo. Se dice que sus brazos y pies están en algún lugar de Newcastle, Berwick, Perth y Aberdeen.

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Castillo de Stirling, una recreación de la Edad Media

Tras el paseíto de subida hasta el monumento de William Wallace, se impone un pequeño respiro en Stirling, una ciudad con dos de las constantes escocesas: cementerios y castillos. Si hasta ahora te hemos llevado por castillos en ruinas, el de Stirling te va a sorprender por dos cosas. Primero su privilegiada ubicación desde la que se divisa el monumento a Wallace, el famoso puente que le sirvió de inestimable ayuda, las sinuosas curvas del río Forth salpicando un enorme valle y, a lo lejos, las montañas del Parque Nacional de Trossachs.

Segundo porque el castillo de Stirling tiene su estructura perfectamente conservada y, además, muchas salas han sido recreadas con decoraciones propias de la época. Podrás revivir cómo era el día a día de las familias y personajes importantes que en algún momento habitaron este castillo, entre ellos la reina María Estuardo.

Isla de Skye, el viaje dentro del viaje

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Un lugar casi de otro mundo

No creemos que te vaya a sobrar tiempo cuando planees tu aventura escocesa, pero siempre hay algún suertudo o sufrido ahorrador que puede quedarse unos días extra. Si es tu caso, ni lo dudes. Escápate a la mágica isla de Skye. Tendrás la sensación de haber hecho otro viaje dentro de tu viaje.

La forma más sencilla para cruzar es a través del puente de Skye Bridge, que además es gratuito. A partir de aquí, ponemos la mano en el fuego porque sea cual sea el camino que escojas o dónde decidas parar, será imposible que salgas decepcionado.

Algunos de los lugares con más encanto son los montes Cuillin, que se alzan majestuosos en paralelo a la autopista.  Puedes perderte a pie por las conocidas como fairy pools, pequeños riachuelos de aguas cristalinas que discurren entre las montañas y donde dicen que se bañan las hadas. Si las sigues, quizá te lleven hasta Fairy Glen, un valle con extrañas formaciones rocosas donde supuestamente viven estas pequeñas criaturas.

Parada obligada, aunque sean unos minutos, es la famosa Kilt Rock, un conjunto de acantilados que aseguran se asemejan al dibujo de los kilt, las típicas faldas escocesas. La verdad es que lo de menos es entretenerse sacando el parecido porque las vistas de las enormes cascadas ya te dejarán lo suficientemente flipado.

Si tienes antojo de pilotar junto al mar y disfrutar de unas vistas espectaculares, guarda un rato para explorar la Península de Trotternish en el norte de la isla. Si te acercas hasta las ruinas del castillo de Duntulum, construido sobre un acantilado y hogar de antiguos clanes escoceses como los MacLeod o los McDonnells, alcanzarás a divisar una playa de rocas a pocos kilómetros de imponentes montañas o las llamadas Islas Exteriores. Ni te molestes en intentar contarlas. Se cree que hay más de 400 de las que solo un centenar están habitadas.

No puedes irte de Skye sin contemplar de cerca el Old Man Of Storr, una enorme roca de cobalto que se ha convertido en el símbolo de la isla. Eso sí, para poder vivir la experiencia completa tendrás que dejar la moto y caminar durante un buen rato en un delicioso paseo a través de bosques, montañas y pináculos de piedra de lo más curioso como The Sanctuary o Needle Rock. La ruta es circular, sin grandes desniveles y tiene unos 5 kilómetros.

Ya puestos a andar, llegar hasta el remoto faro de Nest Point es otra de esas excursiones difíciles de olvidar. Primero atravesarás una estrecha carretera (cuidado porque las ovejas son dueñas y señoras de este territorio) para acceder a una lengua de tierra que adentra en el mar. Tras una caminata de 45 minutos llegarás al faro construido justo encima de los impresionantes acantilados.

Skye también tiene su castillo enseña. Ubicado en lo alto de una roca del pueblito de Dunvegan y en un estado de conservación más que aceptable, hoy en día sigue perteneciendo al clan más representativo de la isla, los McLeod. Para poner el broche final a tu ruta, ¿por qué no visitar la destilería Talisker en Carbost, a media hora del castillo?

``Hacer Escocia en moto con mi padre recién jubilado fue un regalo``

DadRider nos cuenta cómo fue su primera ruta larga desde Barcelona hasta Escocia atravesando Francia e Inglaterra por carreteras secundarias
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Su nick es DadRider y desde motovblog en YouTube muestra a sus más de 4.000 suscriptores su amor por las dos ruedas y su afición por los viajes en moto. Para su primera ruta larga eligió recorrer Escocia en moto junto a su padre recién jubilado. Una travesía muy especial en la que primero atravesaron mano a mano Francia e Inglaterra por carreteras secundarias para finalmente recalar en tierras escocesas durante siete días. Sus andanzas están inmortalizadas en una serie de cuatro interesantes capítulos que comienzan en Hospitalet de Llobregat​ (Barcelona) y terminan en John O´Groats, el punto más al nordeste de Escocia. Si después de leer nuestro especial, te mueres de ganas de hacer lo mismo, no dejes de ver sus vídeos. Nosotros hemos querido charlar con él para que nos cuente cómo una persona normal, como tú y como yo, se acaban embarcando en una aventura tan extraordinaria.

¿Desde cuándo montas en moto y por qué te gusta?

«Llevo montando en moto unos 11 años. Empecé como casi todo el mundo, con una 125 cc. Fue una Yamaha Xmax y me ayudó muchísimo a circular por Barcelona cuando iba a la universidad, trabajo, ocio, etc. Luego me picó la curiosidad, me saqué el carnet A2 y me compré una ER6N de segunda mano en un estado espectacular. Cada vez me gustaba más hacer rutas en moto, salía con mi mujer y era una sensación enorme de libertad y de aventura. Conocí el canal de YouTube de Charly Sinewan y decidí cambiar la moto por la actual, una BMW F800GS Adventure. También creé mi canal de Youtube DadRider y comencé a subir vídeos contando mis aventurillas, incluido el viaje en moto a Escocia».

¿Por qué elegiste Escocia para tu ruta en moto y cómo la planificaste?

«Elegí Escocia por culpa de la película Braveheart. Desde pequeño me ha gustado siempre y ahora que tenía la oportunidad de hacer un gran viaje pues me decanté por este país. Además, los paisajes son increíbles y no hay un exceso de motos durante el viaje. Estábamos mi padre, yo y unos pocos moteros más. Hacer la ruta con mi padre, que estaba recién jubilado, fue como un regalo. Él de joven siempre tuvo moto, pero al nacer mi hermano y yo sus prioridades cambiaron. Ahora ha podido comprarse una moto, la BMW R1150R, y volver a salir y disfrutar. Casi siempre se viene conmigo cuando hago algún evento o salida importante. En cuanto a la planificación fue algo complicada ya que era el primer viaje largo que iba a hacer. Tenía claro que iría por carreteras secundarias y que quería atravesar toda Francia de norte a sur por ese tipo de vías hasta llegar a Calais. Entonces con Google Maps y vídeos que encontré por YouTube pues me tracé la ruta a realizar».

¿Qué presupuesto tenías en mente? ¿Te quedaste corto o te llegó sin problemas?

«El presupuesto que tenía era gastar lo menos posible y finalmente me dejé un total de 1.400 euros. Cogí los alojamientos con antelación para intentar ahorrar lo máximo posible. Lo más caro sin duda fue la gasolina. En Francia llegué a pagar 1,75 euros el litro, una locura. Ahí se fue la mayor parte del dinero, en combustible, ya que tanto en Francia como en el Reino Unido es bastante caro. Comer lo hacíamos de lo que nos trajimos de casa y cenábamos cosas baratas en los lugares donde dormíamos».

¿Cómo valoras el estado de las carreteras escocesas? ¿Tuviste algún problema por el hecho de tener que circular por la izquierda?

«Las carreteras principales escocesas están muy bien. Tienen un asfalto diferente al nuestro, más rugoso, que hace que se absorba mejor la lluvia. Pero nosotros íbamos por carreteras totalmente secundarias, con poco tránsito y muy estrechas, por lo que, en ese sentido, quizás no es el mejor aspecto de Escocia. La verdad es que te acostumbras rápido a circular por la izquierda. Luego cuesta casi más volver a circular por la derecha ya que cuando estas en el Reino Unido vas tan concentrado para no cagarla que mi padre alguna vez me tuvo que avisar que iba circulando en sentido contrario…».

¿Y temas como la seguridad o el aparcamiento para la moto? ¿Te sentías tranquilo en pueblos y ciudades?

«Al principio tenía un poco de miedo de aparcar la moto en Inglaterra porque había oído que roban mucho, pero en Escocia estuvimos muy tranquilos en ese aspecto. Estuve en pueblos pequeñitos en los que no había mucha gente, así que dormíamos genial. Además, tengo un sistema antirrobo en la moto que si la mueven sin estar encendida me llega un aviso al teléfono móvil».

Escocia tiene un clima bastante especial con lluvia y viento frecuentes, ¿qué equipamiento y accesorios consideras imprescindibles o te vinieron mejor en tu ruta?

«Por suerte el traje que tengo de moto es totalmente impermeable. Pero si no tienes uno, recomiendo llevar chubasquero, botas impermeables, y guantes impermeables. Con esto evitarás mojarte, ya que sí o sí en Escocia va a llover, jejeje».

Todas las rutas suelen tener momentos de esos de ‘Tierra trágame’ (averías, imprevistos, equivocaciones…), ¿cuál fue el tuyo?

«El momento más complicado fue en el Eurotunnel ya que creía que el billete lo tenía comprado para un día y finalmente estaba para un día antes. Tuve un poco de incertidumbre a la hora de cambiarlo ya que desde Francia no podía contactar con el servicio de atención al cliente. Fueron momentos de bastantes nervios porque si no llego a poder cambiarlo, hubiera perdido 70 euros de mi billete y otros 70 euros del de mi padre ya que la distancia que teníamos que hacer hubiera sido de 1.400 kilómetros en una día».

¿Qué lugar de Escocia se ha quedado grabado en tu retina para siempre?

«Sin duda, la carretera que más me impactó fue la Applecross. Es sencillamente espectacular. Encima la hicimos con niebla y lluvia, súper épico. Y el mejor sitio donde estuvimos fue en Dundonnel, un hotel espectacular en una laguna, sencillamente increíble. Tengo que volver a ese hotel para enseñárselo a mi mujer y a mi hija».

Para finalizar, ¿qué tres consejos le darías a un motero que esté pensando recorrer Escocia en moto?

«Primero, llevar ropa adecuada para la lluvia. Segundo, si puede, tener tiempo para saborear el viaje. Nosotros teníamos un tiempo limitado, pero si dispones de muchos días, disfrutarás como un enano. Y por último, estar abierto a hablar con la gente. Los escoceses son muy simpáticos, pero si no dominas un poco el inglés lo puedes tener complicado ya que se hace difícil entenderlos».

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